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Crónica de un río agonizante: El Birán de Barahona

Las Actuales RD
En el corazón de Barahona, "La Perla del Sur", yace una vena de agua que es a la vez memoria y herida: el río Birán. Este afluente, que en su día fue un símbolo de la pujanza y el verdor de la región, hoy serpentea por la ciudad como un triste recordatorio del abandono y la desidia. Su historia es la de un caudal de vida transformado en un canal de contaminación, un espejo de los desafíos ambientales y sociales que enfrenta la comunidad.

De Arteria Vital a Corredor Olvidado

La historia del Birán está intrínsecamente ligada al desarrollo de Barahona. A principios del siglo XX, sus aguas eran caudalosas y sus riberas estaban pobladas por un espeso bosque. Fue una arteria fluvial clave para el transporte de la madera que se extraía en las montañas aledañas, un motor económico que impulsó el crecimiento de la ciudad. Los más ancianos del lugar aún recuerdan con nostalgia un río de aguas cristalinas, un lugar de encuentro, de pesca y de baños refrescantes.

El Birán nace en las entrañas del sector de Pueblo Nuevo, en la parte alta de la ciudad. Desde allí, inicia un recorrido de aproximadamente cinco a siete kilómetros, atravesando el centro urbano de Barahona para finalmente entregar su caudal, hoy maltrecho, a las cálidas aguas del mar Caribe. Su desembocadura, que debería ser un espectáculo de la naturaleza, es hoy el triste final de un torrente contaminado.

El Grito Silencioso del Impacto Ambiental

El río Birán agoniza. El crecimiento desorganizado de la ciudad ha sido su verdugo. Las viviendas que se han levantado en sus márgenes, muchas de ellas de forma irregular, vierten directamente sus aguas residuales en su cauce. A esto se suma la incesante e indiscriminada acción de arrojar desechos sólidos de todo tipo: plásticos, escombros, animales muertos y basura doméstica, convirtiendo el lecho del río en un vertedero a cielo abierto.

La deforestación en su cuenca alta ha mermado su capacidad de captación de agua y ha aumentado la erosión, lo que provoca una mayor sedimentación. Esta situación, combinada con la contaminación, ha aniquilado prácticamente toda la vida acuática que alguna vez albergó y ha convertido sus aguas en un foco de enfermedades.




La Furia de un Río Herido



Cuando las lluvias torrenciales azotan la región, el Birán, oprimido y obstruido, se rebela. Su cauce, reducido por la basura y los sedimentos, no es capaz de contener el aumento del caudal, provocando desbordamientos que anegan los barrios aledaños. Estos eventos ponen en peligro la vida y las propiedades de los residentes de las zonas más vulnerables, quienes viven en un estado de zozobra constante durante la temporada de huracanes. La memoria colectiva recuerda con angustia las inundaciones que han dejado a familias sin hogar y han acentuado la precaria situación de muchas de ellas.

Proyectos Ahogados en la Indiferencia

A lo largo de los años, no han faltado las promesas y los proyectos para rescatar al río Birán. Se ha hablado de ambiciosos planes de saneamiento, de la construcción de un parque fluvial que devolviera el esplendor a sus riberas y lo convirtiera en un espacio de esparcimiento para los barahoneros. Se han presentado propuestas para dragar su cauce, reforestar sus márgenes y educar a la población sobre la importancia de su conservación.

Sin embargo, la mayoría de estas iniciativas han quedado en el papel, ahogadas en la burocracia, la falta de voluntad política y la discontinuidad de los esfuerzos. Resoluciones y solicitudes a diversas instituciones gubernamentales se han sucedido en el tiempo, pero la realidad del Birán sigue siendo la misma: un río que clama por una intervención urgente y decidida que le devuelva la vida que le ha sido arrebatada. La recuperación del río Birán no es solo una necesidad ambiental, es una deuda social con la historia y el futuro de Barahona.

Crónica solicitada a Gemini Google/Búsqueda investigativa de MDJL/Fotos de Don Pedro Vargas/Virgilio Gautreaux P./MDJL/Google

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